En su libro “Ficciones”, Jorge Luis Borges escribió: “lo
cierto es que vivimos postergando todo lo postergable”. Y aplicarle esa
categoría de prorrogable a las cosas y las acciones definen muchas veces el
rumbo de la vida que llevamos y sus frutos. Hace algunos días mi madre habló
conmigo y me dijo que extrañaba los abrazos que antes le daba de manera
espontánea. En otro momento, mi hermana menor se expresó en los mismos
términos. Y el reclamo amoroso de ambas me hizo pensar que antes yo era muy
kinestésico y que a todos mis amigos y mi familia los saludaba de abrazo.
Recuerdo que les decía que para mí era la expresión más sincera de afecto y que
por lo tanto era mi forma de decirles lo importantes que eran para mí. No sé exactamente
en qué momento dejé de hacerlo. Lo cierto del caso es que mi madre y mi hermana
lo resintieron. Había aplazado mi forma
de expresar cariño. Luego de recapacitar en el asunto tomé una decisión
(finalmente, la felicidad y el amor son eso: determinaciones)… Hoy en la noche fui al supermercado y compré
una bolsa de semillas, luego me dirigí a la casa de mi mamá y entré. La saludé
de abrazo (de esos fuertes y largos) y le entregué las frutas secas, porque a
ella le gustan mucho. Se sorprendió y me
preguntó cuál era la razón. No le respondí. En eso, apareció mi hermana y la
saludé con un beso y un abrazo. Me quedé un rato charlando con ellas. Luego me
despedí y salí para mi casa. No sé si ellas lo notaron, espero que sí, pero
comencé a darles muestras de afecto sin ninguna razón aparente. Mi decisión
consiste en abrazar más y expresar el
cariño que siento por las personas que son importantes para mí. Eso puede sonar
muy sencillo o a una resolución barata. Pero no lo es. Así como me ha sucedido,
sé que les ha pasado a varias personas: comenzamos a ser menos expresivos y la
gente a la que le importamos, extraña nuestras formas de amor. Esas
demostraciones no deberían ser algo postergable. No sabemos si tendremos tiempo
de decir un “te amo” o de dar un beso oportuno, porque la existencia es muy
corta. Aportar valor a los demás seres humanos es una necesidad, pero comenzar
con quienes están más cerca de nosotros es un deber. Deberíamos hacer un
análisis de cuánto tiempo llevamos de no demostrar cariño a quienes nos
importan (un mensaje de texto, una llamada telefónica, un abrazo, una sonrisa)
y simplemente hacerlo. Bronnie Ware, menciona en su libro “The top five regrets
of the Dying” que un lamento recurrente en la gente moribunda es: “me habría
gustado tener el valor de demostrar mis sentimientos”. No deberíamos esperar a sollozar
en nuestros instantes finales, sino más bien arriesgarnos a ser proveedores de
amor. Tomar esa decisión puede ser un paso firme hacia la felicidad. No hay
nada qué perder, y sí mucho qué ganar. Hoy, vamos con todo…
Mejor no se pudo haber escrito.
ResponderEliminarJolie.