En las últimas líneas de “El Palacio de la Medianoche”,
Carlos Ruiz Zafón escribió: “…Es tan extraño sentir cómo la vida se nos escapa
de las manos…” como una declaración dicha por un hombre que está en sus últimos
años. Sin embargo, encontrarse ante esa convicción te permite plantear
preguntas eternas y encontrar pocas respuestas. Es posible que haya personas
que llegan a sus 20´s, a sus 30´s, a la década de los 40´s e incluso más y no logran
entender el significado de su existencia. Hay mucha gente que vive con
tristezas y con rencores. Pierden el valioso tiempo en llevar esa carga.
Olvidan que la mejor forma de transitar el camino de la existencia es
livianamente, sin llevar al hombro nada. Perdonando, olvidando, amando.
Encontrando tranquilidad. De hecho, el escritor checo Milán Kundera, hace una
declaración acertadísima en “El libro de la risa y el olvido”, afirmando que “El
hombre, presa de la paz, siempre tiene una sonrisa”. Y esa sonrisa no es una mueca de sarcasmo sino
un espejo de su interior. Hay personas que viven sin esperanza y han perdido
las ganas de vivir. Y nos corresponde a
quienes estamos alrededor, tener fe en nombre de ellos e inyectarles fortaleza.
En este siglo XXI estamos en la era donde todos nos conectamos y sabemos las
noticias en instantes, aunque sucedan a miles de kilómetros de distancia. Estamos
en las redes sociales, y es la era en la que más gente se siente sola. Y
justamente por lo rápido de las telecomunicaciones, logramos que los detalles
antiguos tengan significancia increíble para quienes no están acostumbrados a
ser amados. Hace algunas semanas recibí un mensaje de texto de un conocido de
quien tenía años de no saber. Me escribió agradeciendo porque en 2011 hice algo
extraordinario por él. Dediqué bastante
tiempo a tratar de recordar algo asombroso en el tiempo que compartimos y no
vino nada a mi mente. Días después se lo hice saber y me contó qué era a lo que
él se refería: En ese año murió su mamá y me llamó para contarlo. Le propuse
que nos encontráramos. Nos reunimos, y cuando lo vi (recuerda él) no le dije
nada. Solo le di un abrazo y lloró. Ahora que han pasado 4 años me dice que ese
abrazo y mi silencio lo fortalecieron y que esa era la causa de su
agradecimiento. Lo interesante de esta anécdota es que para mí fue algo sencillo,
normal. Pero para él fue algo extraordinario.// Más arriba yo afirmé que es
nuestro deber fortalecer a otros y ayudarles. Hacer eso no significa ir a fin
de año a un orfanato a quebrar piñatas y llevar payasos a los niños , si el
resto del año nos olvidamos de su existencia. Aportar valor a quienes nos
rodean significa tener detalles. Dar
esperanza y fortalecer. Lo maravilloso de esto es que las situaciones que para
nosotros a veces parecen insignificantes son valiosísimas para otros. Dar
felicidad es fácil, se trata de que los demás nos importen verdaderamente y
entonces fluye… Lo más hermoso es que sin percatarnos, todo lo que sembramos
nos regala frutos. Cuando aportas valor a otros, inevitablemente recibís
valor. Además compartís alegría, y ella
siempre te regresa. En “También esto pasará”, la escritora Milena Busquets
afirma “Todos parecemos más jóvenes cuando somos felices”. Dar valor y tener
detalles con los demás te rejuvenece, te llena de vida. Hacer cosas pequeñas y
valiosas por los demás te hace ser extraordinario. ¿Qué tanto lo fuiste hoy?,
si no lograste serlo, aún es tiempo. Hoy, vamos con todo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario