En este día tuve la dicha de asistir a una capacitación
sobre negociación. El instructor fue muy propio en el manejo del tema. No
obstante, debo decir que una de las preguntas que planteó fue lo que más me
quedó palpitando en la mente: ¿qué tan preparados están para presentar su o sus
proyectos a un desconocido? A partir de ahí, desencadenó varias interrogantes
que me hicieron reflexionar sobre algo en lo que he escrito anteriormente. Soy
un soñador. Pero me hace falta poner en acción lo que quiero. No porque sea
alguien que desee perder el tiempo, sino porque no he ordenado bien las ideas.
Hay al menos 3 proyectos que tengo en mente. De los cuáles estoy seguro que
quiero vivir. Pero aún no los he aterrizado lo suficiente ni me he dado a la
tarea de estructurarlos lo suficientemente bien como para que otros quieran
acompañarme en esas aventuras. Resulta que en la vida de cada uno de nosotros
hay muchos proyectos, en los que indefectiblemente buscamos la prosperidad
nuestra, de los seres que amamos y, en el mejor de los casos, de la sociedad en
la que vivimos. Generalmente, se queda como un cúmulo de buenas intenciones,
sin transcendencia. Decir que la desidia es lo que no permite que cuajen esos
planes, no es exagerado. Porque quienes no hacemos un plan correcto, difícilmente
llevamos a buen término lo que queremos. La razón por la que mucha gente que se
propone bajar de peso, no lo logra, en la mayoría de las veces se debe a que no
lo planifican bien, ni tienen el objetivo claro. No es lo mismo decir “quiero
bajar de peso” (que es un deseo, una declaración), a señalar “quiero bajar 30
libras de peso en 5 meses” (ya hay una medida para cuantificar e ir midiendo en
el camino si se va avanzando o retrocediendo). De hecho, al inicio de 2015 mi
peso había llegado a 203 libras, a mediados de año vino una ruptura sentimental
que me dejó muy afectado, y a raíz de eso me puse más disciplinado en el
gimnasio y acudí donde la nutricionista. 4 meses después de un régimen donde
aprendí a comer correctamente, donde me obligué a ir a hacer ejercicios aunque
no quisiera, logré llegar a las 163 libras. Entre enero y noviembre del año, logré una diferencia de
menos 40 libras de peso. Sin duda un logro que quiero conservar, sobre todo
para sentirme bien y para mantener mi salud. La clave para alcanzar la meta,
fue que cuando comencé el régimen con Paulina (mi nutricionista) nos fijamos
metas volantes y una meta final. Cada quince días hemos ido revisando mi
evolución. La planificación, la revisión y la disciplina lograron que alcanzara
lo que hace un año me habría parecido imposible. En otra entrada les contaré
sobre cómo me convertí de espectador a participante de una carrera que siempre
me gustó. Por lo pronto, vale la pena preguntarse si conocemos todos los
detalles de los sueños que tenemos, a tal grado que en 30 segundos seamos
capaces de exponerlos a un desconocido, y lograr que este se embarque en la
construcción del proyecto. Si aún no lo podemos hacer, es tiempo de planificar,
de definir las metas claras. De escribirlo… Hoy, vamos con todo!!!
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