Emprendiendo

Law, People & Happiness

domingo, 11 de diciembre de 2016

Día 47: 21 razones para vivir: #1 Cercanía.

Cuando quise darles forma a las ideas que estaban en  mi cabeza, aparecieron muchas opciones, sin embargo, luego de participar en el programa de 21 días de dar felicidad que un periódico de mi país genera cada fin de año, y al terminar de leer por qué ese número, me pareció genial utilizar el mismo fondo para esta serie que deseo compartir con ustedes: las 21 razones para vivir. No considero que solo sea esa la cantidad de situaciones por las que debamos disfrutar la existencia, pero sí es una manera agradable de emprender un camino juntos. La primera de ellas es la CERCANÍA, y cuando pensé en ese concepto efectivamente es en la manera literal del mismo. Estar cerca de las personas, de los sueños, de las mascotas, de la naturaleza, nos enriquece de manera extraordinaria. No somos seres aislados, somos parte de un todo. Lo que hacemos, decimos y pensamos repercute en otros y en nuestro propio destino. Pero esa cercanía debe disfrutarse. Hay ocasiones en las que estamos rodeados de individuos pero no aprovechamos la situación para conocerles y enriquecernos con sus vivencias. Cuando decidimos estar cerca de los demás, de manera directa y honesta, conectamos y aportamos tanto como nos aportan. Un hombre o una mujer que desea plenitud en su vida debe estar cerca de los demás, interesarse de verdad por las pequeñeces de otros. Estar cerca es, en conclusión, una buena manera de dar el primer paso hacia una vida plena. 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Día 46. Soy un hombre con esperanza.

El 9 de abril de 2012 escribí en mi blog “La fe, sea cual fuere, es necesaria para vivir”. En aquel momento comencé una serie de 3 entradas tituladas “Tener una fe que sustente”, como parte de los 11 pasos que considero indispensables para alcanzar la plenitud. Hoy, 13 de noviembre de 2016, más de 4 años después, me levanté muy temprano. Sentía una urgente necesidad de ir a la iglesia. El fin de semana pasado no había podido ir por estar hospitalizado. Cada fin de semana, desde el año 2003 he ido rigurosamente a la misma iglesia. Cuando he estado fuera del país, he ido a alguna congregación en la ciudad donde me encuentre, y estando acá en Guatemala, solo recuerdo dos veces en las que no he ido: la primera fue en 2010, cuando sufrí una gripa que me tuvo en cama una semana, y solo pude presenciar el servicio desde internet, y la segunda que fue la semana pasada que estaba en el hospital. Cuando llegué, yo sabía que estaba en el mismo lugar al que he ido durante los últimos 13 años, pero estaba extremadamente contento. Sentí como si fuera la primera vez que iba. No pude evitar llorar de la alegría. Pude derramar tantas lágrimas contenidas en mis entrañas. Eran de agradecimiento por la vida, por tener el privilegio de ser un hombre con esperanza. Soy consciente de que hay muchas personas que profesan una fe diferente de la mía. Y eso es respetable. Lo importante es tener una fe, ejercerla y aferrarse a ella. En aquella entrada de 2012 a la que hice referencia al inicio, mencioné que la escritora estadounidense Gretchen Rubin afirma que existen sendos estudios llevados a cabo por universidades estadounidenses en los que se comprueba que las personas que tienen creencias y ejercen su espiritualidad tienden a ser más felices y a vivir más. El pasado sábado, cuando estaba a punto de entrar a la sala de operaciones, me quedé un momento solo, cerré los ojos y dirigí una oración a Dios. Me puse a cuentas con Él y sentí tranquilidad porque sabía que si era tiempo de partir, volvería a casa. Hoy sigo siendo consciente de que, como escribió Teresa Parodí, “es hermoso vivir con esperanza”, porque “el amor puede más que lo pasa”. Estoy convencido de que los seres humanos necesitamos desarrollar nuestro lado espiritual. Sin esa parte, estamos incompletos. Hoy, me declaro como un hombre de fe. No digo que eso es la solución a mis problemas y que la vida será sencilla. Lo que sí he comprobado es que gracias a mi fe en Dios los momentos más difíciles han sido llevaderos, y los más felices han sido aún más hermosos. Yo soy Marlon Vega, tengo 42 años de edad, vivo en la ciudad de Guatemala, y declaro que soy un hombre con esperanza. 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Día 45: Reflexiones sobre la soledad (catarsis de un convaleciente)

Los acontecimientos de la vida no se pueden cambiar, la actitud con la que se asumen sí. Esta semana me toca quedar convaleciente en casa, luego de una operación de emergencia que me efectuaron el pasado sábado. Siempre creí que uno recibe lo que da. Y aunque he dicho que no espero nada a cambio, en el fondo tuve la esperanza de tener algo similar a lo que he dado. El año pasado, cuando tuve que superar una ruptura sentimental, muchos de mis amigos me dijeron que debía tener cuidado con lo que escribía y no exponerme tanto. Sin embargo, si no me muestro tal como soy, creo que la esencia de este blog se vería comprometida, porque la humanidad (con sus brillos y oscuridades) es la razón de ser de lo que escribo. Dicen que en los tiempos difíciles se conoce realmente a los incondicionales. En estos días me ha tocado eso. El sábado estuve cuatro agónicas horas en el Seguro Social esperando que me atendieran, y luego de varias dosis de suero un médico me dice que mi dolor es normal y que no hay nada de qué preocuparse. (¿Cómo es posible que un médico le diga a uno que un dolor es "normal"?). Ese mismo día fui donde el gastroenterólogo de toda la vida, y en 10 minutos me practicó un ultrasonido y exámenes de sangre, para darme la siguiente indicación: “hoy debe operarse de la vesícula”. Al estar muy apretado de dinero, me preocupé, analicé  por un instante, y sin mayor asunto llamé a mi amigo Luis. A la hora, él estaba conmigo y mi hermano, me había ayudado a conseguir cirujano, centro hospitalario privado y se había hecho cargo de la cuenta (por supuesto que debo ser correcto y saldar ese favor incondicional). La disponibilidad de Luis me impactó. En el hospital, previo a la cirugía, llegaron mi madre y mis hermanas, me dieron ánimos, y a las 13:30 horas entré a sala de operaciones. A las 7 de la noche, desperté de la anestesia. La primera visión que tengo es la de mi familia alrededor de la cama en la habitación en la que me quedé internado. Han pasado ya 3 días desde que estoy en casa. Nadie me ha visitado. En cierto modo uno cosecha lo que siembra. No voy a negar que se siente feo que no se acerquen aquellas personas que creías que les importabas (fuera de los incondicionales, claro es porque mi familia ha estado pendiente y mi madre y mi cuñada han estado más que a la altura). Ha habido llamadas, chats, mensajes de texto, etc. No es lo mismo. Hoy, me vi al espejo y observé a un hombre de 42 años con anhelos de niño de 5. Queriendo importarles a quienes tienen vida y problemas también. He derramado algunas lágrimas (no lo niego). Debo Madurar. Me voy recuperando. Quizá cuando ya esté mejor deba corregir mucho de mi forma de actuar y ser más atento. Quizá si alguna vez necesito que me hagan sentir que soy importante para alguien más que mis incondicionales, es probable que tenga suerte y en esa ocasión sí me visiten. Por lo pronto, a respirar y seguir adelante. Los sueños son solo eso, sueños. La vida, dijo Buda, no es un problema que deba resolverse, es una realidad que debe experimentarse.

Pdta. Mi siguiente entrada ya no será tan gris, lo prometo. Necesitaba una catarsis. 

martes, 1 de noviembre de 2016

Día 44: La insoportable levedad del ser...

A mediados de los años ochenta, el escritor checo Milán Kundera publicó en Francia la novela de la que tomo prestado el título de este post. En aquella obra, se retratan sendas reflexiones sobre la vida sentimental y la trascendencia, todo eso enmarcado en la cotidianidad. En estos meses de silencio en los que no publiqué nada en el blog, me he dedicado a vivir momentos y a disfrutarlos, porque he llegado a comprender la necesidad de deleitarme con las maravillosas nimiedades que la vida normal puede ofrecer. Desde amaneceres bucólicos vistos a través de la ventana de mi habitación, hasta los besos de despedida cada noche que voy a Mixco. Siempre he afirmado que me gusta vivir y que espero que Dios me conceda extraer la médula de mi existencia hasta la última gota. Sin embargo, anoche me sucedió algo que nunca me había pasado en los 42 años que llevo sobre esta tierra: tuve deseos de morir. Estaba sufriendo un dolor abdominal que no se lo anhelo a nadie. Fui a parar al hospital, y mientras me hacían exámenes de sangre y me canalizaban para colocar suero y medicamento intravenoso, ese dolor se volvió francamente insoportable. Me hizo recordar los espeluznantes relatos que en “David y Goliat” Malcoln Gladwell detalla en el capítulo sobre los experimentos para tratar a los niños con cáncer en los Estados Unidos allá por los años cincuenta. Yo mismo me sorprendí de cómo en un instante de total desesperación quise que simplemente todo acabara. Que el telón cayera definitivamente. En la sala de espera, mi hermano (ese amigo y compañero de siempre) hacía guardia esperando los resultados. Luego de casi 3 horas agónicas, el dolor fue cediendo lentamente. Me costó conciliar el sueño y no he salido de casa. Cada año, en esta fecha, tenemos la costumbre de almorzar fiambre en casa de mis padres. Todos los miembros de mi familia fueron, menos yo. Aún me siento indispuesto. Pero este día me ha ayudado a reflexionar sobre aquellos puntos que Kundera aborda en su novela. Me he sorprendido de cómo personas que muy pocas veces me hablan se han preocupado y hasta me han visitado. Eso reconforta. Ayer tuve deseos de morir. Es quizá de las pocas cosas que he de arrepentirme. Hoy, a pesar de estar con los ánimos decaídos, retomo uno de mis arcanos “me gusta vivir”. Ayer experimenté la insoportable levedad del ser. Hoy reflexiono que a pesar de esa levedad, o más bien, gracias a ella, la noble tarea de existir es un milagro que se debe disfrutar. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Día 43: Lecciones aprendidas en la cama.

Durante los últimos 4 días he valorado muchas cosas simples que damos por normales. Gracias a una terrible infección gastrointestinal que me sacó del ring durante este tiempo perdí algunas libras de peso,  me deshidraté considerablemente y me ausenté del trabajo. Estuve literalmente en cama durante 4 días. Situaciones como comer una fruta fresca, saborear un buen filete de pescado, dormir sin dolor abdominal, y disfrutar de una jornada rutinaria, desaparecieron durante estas jornadas. ¿Cuál fue la causa? Un bicho que comí con alguna comida contaminada. Adicionalmente, mi madre (siempre tan presente en los mejores y los peores momentos) se dedicó a consentirme con las comidas suaves que medio retenía. Algunos amigos que habían dejado de comunicarse lo hicieron nuevamente, mostrando preocupación por mi estado de salud. Incluso una antigua amiga me hizo el favor de hablarle a su hijo para que el día que tuve que ir a la emergencia del hospital me trajera de vuelta a casa. Otro amigo muy querido estuvo  al pendiente y me dio la receta de un “agua mágica” que hacía su abuelita para estos casos. Realmente valoré que hubiera tantas personas preguntando constantemente por mi estado de salud... Yo que soy un hombre cuyo tiempo está meticulosamente medido, ahora pude estar viendo la parsimonia del paso del cada minuto. Mi amigo Oscar me dijo algo ciertísimo: “Repose. Dios tiene muchas formas de llamarnos a descansar. Mejor atiéndalo…” Y creo que, como siempre, tenía razón. Hoy que es el cuarto día, ya me siento con más animo, trabajé desde casa, pero noté cómo todo mi ser necesitaba ese descanso.  Ayer que me levanté un poquito, retomé la lectura de un libro que hacía meses había dejado “por falta de tiempo”. Estoy seguro que al finalizar esta semana mi salud se habrá recuperado y, si Dios lo permite, ya el lunes comenzaré con mi rutina diaria de trabajo largo, gimnasio y comida de dieta. No quiero dejar el libro que retomé; debo terminarlo. La lección aprendida de esta experiencia trasciende la salud física. Primero: cuando se descansa hay qué hacerlo en serio, porque solo así se pueden renovar las energías y ser más productivo. Segundo: las personas a las que realmente les importás, estarán pendientes de vos en los momentos críticos y aunque no hayas sido una buena persona en el trato, siempre se podrá contar con ellas, y eso exige la responsabilidad de valorarlas, respetarlas y conservarlas. Tercero: Lo más trivial puede convertirse en algo que se extraña, por lo tanto no hay qué lamentarse por lo que no se tiene sino agradecer lo que se posee. Por ejemplo, la sola capacidad de dormir profundamente es una bendición de la que muchos adolecen.  Cuarto: hay qué enfocarse en ser responsable y cumplir con las obligaciones diarias, pero nunca se debe descuidar la recreación. Estos 4 días fueron de enfermedad, sí. No obstante, fueron una escuela maravillosa. Aprendí lecciones en la cama. A partir de ahora, ¡voy con todo!

lunes, 9 de mayo de 2016

Día 42: Los primeros trazos. Oda a mi madre..

Cada vez que escribo sobre una hoja de papel recuerdo cómo fue que aprendí a dibujar las vocales. En aquellos tiempos lejanos de mi infancia, iba en las mañanas al colegio y se abrían nuevos horizontes delante de mí. En las tardes, tenía qué hacer las planas e intentar hacer los trazos redondeados que ponía de muestra mi maestra. En los primeros cuadernos hacía puntitos, líneas verticales y horizontales, óvalos y después de varias semanas finalmente las esperadas vocales en letra de molde. No era diestro para sujetar el lápiz, pero entonces, sucedía el milagro. Cada tarde, había una mano más morena, gordita y tibia que sujetaba mi mano, me colocaba correctamente el lápiz y comenzaba a guiarme sobre cómo hacer las letras. Era algo de todas las tardes. Ella, mi madre, a pesar del cansancio que representaba la jornada que comenzaba desde la madrugada, levantándose a acarrear agua (porque no teníamos agua potable en casa), a lavar ropa con sus propias manos y a preparar los desayunos de sus hijos y la merienda para mí. Luego de dejarme en el colegio se iba a vender comida para sostener la casa y regresaba corriendo para cuando yo volvía de estudiar. Tenía suficiente tiempo para dedicármelo y guiar mi mano para escribir. La primera vez que uní un círculo y una línea vertical estaba emocionado porque finalmente había escrito por mí mismo la letra “a”. Ella celebraba cada avance. Esa mano aún está presente cuando no uso el computador sino que escribo sobre una hoja de papel. Si ella no me hubiera dedicado tiempo y no hubiera guiado mi mano, quizá nunca habría entendido el significado de la primera oración que escribí “mi mamá me ama”. Hoy, treinta y siete años después mantiene un significado recurrente, y la complemento con otra de las oraciones que escribía por aquel tiempo “yo amo a mi mamá”. En Guatemala, se celebra el día de las madres cada 10 de mayo. Y hoy no podía dejar de escribir sobre esa mujer maravillosa que me enseñó a hacer mis primeros trazos. Ella, mi madre, no solo me hizo el favor de guardarme en su vientre por nueve meses, también me abrió un mundo maravilloso cuando tomó mi mano, y amorosamente me enseñó a dibujar sonidos…

domingo, 1 de mayo de 2016

Día 41: Después de 60 días de silencio...

Hace exactamente dos meses escribí la última entrada del Blog. Fueron 60 días en los que voluntariamente quise estar callado. Sabía que en ese lapso de tiempo acontecerían varias fechas que son muy importantes para mí, y además necesitada darme un descanso. Es bien sabido que quien sabe trabajar bien, sabe descansar bien. Durante este tiempo he logrado superar muchos obstáculos que habían venido dándose en mi vida. He logrado readecuar varios sueños, y me he mantenido firme en muchas decisiones que he tomado. Gracias a Dios he podido ir en un rumbo correcto. Durante este lapso de tiempo he logrado meditar que cuando las cosas no marchan tan bien como quisiéramos corremos el riesgo de caer en la creencia de que nuestras vidas son un conjunto de ciclos donde hay subidas y bajadas, y donde podemos hacer poco o nada para corregir ese destino. Creer eso, es resignarse a que nada será mejor a pesar de los esfuerzos, porque se tiene la idea de una vida cíclica, inevitable. Otra perspectiva, quizá haga que las cosas sucedan, y es la que considera que en lugar de una repetición constante de acontecimientos, la existencia es lineal. Donde el ser humano no es presa de los ciclos sino que es el dueño de su futuro. Las líneas pueden ser ascendentes o descendentes. De ahí el concepto de causalidad, o la ley de siembra y cosecha. Si se hace lo correcto, tarde o temprano se tiene como recompensa algo bueno. De igual manera, si se hace algo malo, siempre llegará la consecuencia del acto. La trascendencia no se mide por los bienes materiales que se acumulan sino por las ideas y los aportes que se hacen al género humano. De seguro muchos de nosotros somos y seguiremos siendo anónimos. Nuestros nombres no saldrán en los noticieros ni en los periódicos más importantes. Es muy probable que ni siquiera los líderes locales sepan nuestros nombres, pero lo cierto del caso es que tenemos la posibilidad de ser hombres y mujeres que trasciendan el anonimato, dejando en las personas que conviven con nosotros una huella imborrable. Las palabras dichas a tiempo, los gestos hechos en el momento oportuno y la generosidad sin publicidad son los caminos más seguros para dejar un rastro positivo de nuestro paso por esta tierra. Estos 60 días me han fortalecido. Hay mucho por hacer! Tantas cosas por decir y escribir! Es tiempo de ir por todo!!!