Cuando quise darles forma a las ideas que estaban en mi cabeza, aparecieron muchas opciones, sin
embargo, luego de participar en el programa de 21 días de dar felicidad que un
periódico de mi país genera cada fin de año, y al terminar de leer por qué ese número,
me pareció genial utilizar el mismo fondo para esta serie que deseo compartir
con ustedes: las 21 razones para vivir. No considero que solo sea esa la
cantidad de situaciones por las que debamos disfrutar la existencia, pero sí es
una manera agradable de emprender un camino juntos. La primera de ellas es la
CERCANÍA, y cuando pensé en ese concepto efectivamente es en la manera literal
del mismo. Estar cerca de las personas, de los sueños, de las mascotas, de la
naturaleza, nos enriquece de manera extraordinaria. No somos seres aislados,
somos parte de un todo. Lo que hacemos, decimos y pensamos repercute en otros y
en nuestro propio destino. Pero esa cercanía debe disfrutarse. Hay ocasiones en
las que estamos rodeados de individuos pero no aprovechamos la situación para
conocerles y enriquecernos con sus vivencias. Cuando decidimos estar cerca de
los demás, de manera directa y honesta, conectamos y aportamos tanto como nos
aportan. Un hombre o una mujer que desea plenitud en su vida debe estar cerca
de los demás, interesarse de verdad por las pequeñeces de otros. Estar cerca
es, en conclusión, una buena manera de dar el primer paso hacia una vida plena.
Marlon Vega
La vida ofrece innumerables retos. Este blog es uno de ellos. Consideralo parte de vos también para que juntos emprendamos la interacción en este viaje maravilloso llamado "vida".
Emprendiendo
Law, People & Happiness
domingo, 11 de diciembre de 2016
domingo, 13 de noviembre de 2016
Día 46. Soy un hombre con esperanza.
El 9 de abril de 2012 escribí en
mi blog “La fe, sea cual fuere, es necesaria para vivir”. En aquel
momento comencé una serie de 3 entradas tituladas “Tener una fe que sustente”,
como parte de los 11 pasos que considero indispensables para alcanzar la
plenitud. Hoy, 13 de noviembre de 2016, más de 4 años después, me levanté muy
temprano. Sentía una urgente necesidad de ir a la iglesia. El fin de semana
pasado no había podido ir por estar hospitalizado. Cada fin de semana, desde el
año 2003 he ido rigurosamente a la misma iglesia. Cuando he estado fuera del
país, he ido a alguna congregación en la ciudad donde me encuentre, y estando
acá en Guatemala, solo recuerdo dos veces en las que no he ido: la primera fue
en 2010, cuando sufrí una gripa que me tuvo en cama una semana, y solo pude
presenciar el servicio desde internet, y la segunda que fue la semana pasada
que estaba en el hospital. Cuando llegué, yo sabía que estaba en el mismo lugar
al que he ido durante los últimos 13 años, pero estaba extremadamente contento.
Sentí como si fuera la primera vez que iba. No pude evitar llorar de la
alegría. Pude derramar tantas lágrimas contenidas en mis entrañas. Eran de
agradecimiento por la vida, por tener el privilegio de ser un hombre con
esperanza. Soy consciente de que hay muchas personas que profesan una fe
diferente de la mía. Y eso es respetable. Lo importante es tener una fe,
ejercerla y aferrarse a ella. En aquella entrada de 2012 a la que hice
referencia al inicio, mencioné que la escritora estadounidense Gretchen Rubin
afirma que existen sendos estudios llevados a cabo por universidades
estadounidenses en los que se comprueba que las personas que tienen creencias y
ejercen su espiritualidad tienden a ser más felices y a vivir más. El pasado
sábado, cuando estaba a punto de entrar a la sala de operaciones, me quedé un
momento solo, cerré los ojos y dirigí una oración a Dios. Me puse a cuentas con
Él y sentí tranquilidad porque sabía que si era tiempo de partir, volvería a
casa. Hoy sigo siendo consciente de que, como escribió Teresa Parodí, “es
hermoso vivir con esperanza”, porque “el amor puede más que lo pasa”. Estoy convencido de que los seres humanos necesitamos desarrollar nuestro lado espiritual. Sin esa parte, estamos incompletos. Hoy, me declaro como un hombre de fe. No digo que eso es la solución a mis problemas y que la vida será sencilla. Lo que sí he comprobado es que gracias a mi fe en Dios los momentos más difíciles han sido llevaderos, y los más felices han sido aún más hermosos. Yo soy Marlon Vega, tengo 42 años de edad, vivo en la ciudad de Guatemala, y declaro que soy un hombre con esperanza.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Día 45: Reflexiones sobre la soledad (catarsis de un convaleciente)
Pdta. Mi siguiente
entrada ya no será tan gris, lo prometo. Necesitaba una catarsis.
martes, 1 de noviembre de 2016
Día 44: La insoportable levedad del ser...
A mediados de los años ochenta, el escritor checo Milán
Kundera publicó en Francia la novela de la que tomo prestado el título de este
post. En aquella obra, se retratan sendas reflexiones sobre la vida sentimental
y la trascendencia, todo eso enmarcado en la cotidianidad. En estos meses de
silencio en los que no publiqué nada en el blog, me he dedicado a vivir
momentos y a disfrutarlos, porque he llegado a comprender la necesidad de
deleitarme con las maravillosas nimiedades que la vida normal puede ofrecer.
Desde amaneceres bucólicos vistos a través de la ventana de mi habitación,
hasta los besos de despedida cada noche que voy a Mixco. Siempre he afirmado
que me gusta vivir y que espero que Dios me conceda extraer la médula de mi
existencia hasta la última gota. Sin embargo, anoche me sucedió algo que nunca
me había pasado en los 42 años que llevo sobre esta tierra: tuve deseos de
morir. Estaba sufriendo un dolor abdominal que no se lo anhelo a nadie. Fui a
parar al hospital, y mientras me hacían exámenes de sangre y me canalizaban
para colocar suero y medicamento intravenoso, ese dolor se volvió francamente
insoportable. Me hizo recordar los espeluznantes relatos que en “David y Goliat”
Malcoln Gladwell detalla en el capítulo sobre los experimentos para tratar a los niños con cáncer
en los Estados Unidos allá por los años cincuenta. Yo mismo me sorprendí de
cómo en un instante de total desesperación quise que simplemente todo acabara.
Que el telón cayera definitivamente. En la sala de espera, mi hermano (ese
amigo y compañero de siempre) hacía guardia esperando los resultados. Luego de
casi 3 horas agónicas, el dolor fue cediendo lentamente. Me costó conciliar el
sueño y no he salido de casa. Cada año, en esta fecha, tenemos la costumbre de
almorzar fiambre en casa de mis padres. Todos los miembros de mi familia
fueron, menos yo. Aún me siento indispuesto. Pero este día me ha ayudado a
reflexionar sobre aquellos puntos que Kundera aborda en su novela. Me he
sorprendido de cómo personas que muy pocas veces me hablan se han preocupado y
hasta me han visitado. Eso reconforta. Ayer tuve deseos de morir. Es quizá de
las pocas cosas que he de arrepentirme. Hoy, a pesar de estar con los ánimos decaídos,
retomo uno de mis arcanos “me gusta vivir”. Ayer experimenté la insoportable
levedad del ser. Hoy reflexiono que a pesar de esa levedad, o más bien, gracias
a ella, la noble tarea de existir es un milagro que se debe disfrutar.
miércoles, 25 de mayo de 2016
Día 43: Lecciones aprendidas en la cama.
Durante los últimos 4 días he valorado muchas cosas simples
que damos por normales. Gracias a una terrible infección gastrointestinal que
me sacó del ring durante este tiempo perdí algunas libras de peso, me deshidraté considerablemente y me ausenté
del trabajo. Estuve literalmente en cama durante 4 días. Situaciones como comer una fruta fresca, saborear un buen filete
de pescado, dormir sin dolor abdominal, y disfrutar de una jornada rutinaria,
desaparecieron durante estas jornadas. ¿Cuál fue la causa? Un bicho que comí con alguna
comida contaminada. Adicionalmente, mi madre (siempre tan presente en los
mejores y los peores momentos) se dedicó a consentirme con las comidas suaves
que medio retenía. Algunos amigos que habían dejado de comunicarse lo hicieron nuevamente,
mostrando preocupación por mi estado de salud. Incluso una antigua amiga me hizo el favor de hablarle a su hijo para que el día que tuve que ir a la
emergencia del hospital me trajera de vuelta a casa. Otro amigo muy querido estuvo
al pendiente y me dio la receta de un “agua
mágica” que hacía su abuelita para estos casos. Realmente valoré que hubiera
tantas personas preguntando constantemente por mi estado de salud... Yo que soy un hombre cuyo tiempo está
meticulosamente medido, ahora pude estar viendo la parsimonia del paso del cada minuto. Mi
amigo Oscar me dijo algo ciertísimo: “Repose. Dios tiene muchas formas de
llamarnos a descansar. Mejor atiéndalo…” Y creo que, como siempre, tenía razón.
Hoy que es el cuarto día, ya me siento con más animo, trabajé desde casa,
pero noté cómo todo mi ser necesitaba ese descanso. Ayer que me levanté un poquito, retomé la
lectura de un libro que hacía meses había dejado “por falta de tiempo”. Estoy
seguro que al finalizar esta semana mi salud se habrá recuperado y, si Dios lo
permite, ya el lunes comenzaré con mi rutina diaria de trabajo largo, gimnasio
y comida de dieta. No quiero dejar el libro que retomé; debo terminarlo.
La lección aprendida de esta experiencia trasciende la salud física.
Primero: cuando se descansa hay qué hacerlo en serio, porque solo así se pueden
renovar las energías y ser más productivo. Segundo: las personas a las que
realmente les importás, estarán pendientes de vos en los momentos críticos y aunque
no hayas sido una buena persona en el trato, siempre se podrá contar con ellas,
y eso exige la responsabilidad de valorarlas, respetarlas y conservarlas.
Tercero: Lo más trivial puede convertirse en algo que se extraña, por lo tanto
no hay qué lamentarse por lo que no se tiene sino agradecer lo que se posee. Por
ejemplo, la sola capacidad de dormir profundamente es una bendición de la que
muchos adolecen. Cuarto: hay qué
enfocarse en ser responsable y cumplir con las obligaciones diarias, pero nunca
se debe descuidar la recreación. Estos 4 días fueron de enfermedad, sí. No
obstante, fueron una escuela maravillosa. Aprendí lecciones en la cama. A partir de ahora, ¡voy con todo!
lunes, 9 de mayo de 2016
Día 42: Los primeros trazos. Oda a mi madre..
Cada vez que escribo sobre una hoja de papel recuerdo cómo
fue que aprendí a dibujar las vocales. En aquellos tiempos lejanos de mi
infancia, iba en las mañanas al colegio y se abrían nuevos horizontes delante
de mí. En las tardes, tenía qué hacer las planas e intentar hacer los trazos
redondeados que ponía de muestra mi maestra. En los primeros cuadernos hacía
puntitos, líneas verticales y horizontales, óvalos y después de varias semanas
finalmente las esperadas vocales en letra de molde. No era diestro para sujetar
el lápiz, pero entonces, sucedía el milagro. Cada tarde, había una mano más
morena, gordita y tibia que sujetaba mi mano, me colocaba correctamente el
lápiz y comenzaba a guiarme sobre cómo hacer las letras. Era algo de todas las
tardes. Ella, mi madre, a pesar del cansancio que representaba la jornada que
comenzaba desde la madrugada, levantándose a acarrear agua (porque no teníamos
agua potable en casa), a lavar ropa con sus propias manos y a preparar los desayunos
de sus hijos y la merienda para mí. Luego de dejarme en el colegio se iba a
vender comida para sostener la casa y regresaba corriendo para cuando yo volvía
de estudiar. Tenía suficiente tiempo para dedicármelo y guiar mi mano para
escribir. La primera vez que uní un círculo y una línea vertical estaba
emocionado porque finalmente había escrito por mí mismo la letra “a”. Ella
celebraba cada avance. Esa mano aún está presente cuando no uso el computador
sino que escribo sobre una hoja de papel. Si ella no me hubiera dedicado tiempo
y no hubiera guiado mi mano, quizá nunca habría entendido el significado de la
primera oración que escribí “mi mamá me ama”. Hoy, treinta y siete años después
mantiene un significado recurrente, y la complemento con otra de las oraciones
que escribía por aquel tiempo “yo amo a mi mamá”. En Guatemala, se celebra el
día de las madres cada 10 de mayo. Y hoy no podía dejar de escribir sobre esa
mujer maravillosa que me enseñó a hacer mis primeros trazos. Ella, mi madre, no
solo me hizo el favor de guardarme en su vientre por nueve meses, también me
abrió un mundo maravilloso cuando tomó mi mano, y amorosamente me enseñó a
dibujar sonidos…
domingo, 1 de mayo de 2016
Día 41: Después de 60 días de silencio...
Hace exactamente dos meses escribí la última entrada del
Blog. Fueron 60 días en los que voluntariamente quise estar callado. Sabía que
en ese lapso de tiempo acontecerían varias fechas que son muy importantes para
mí, y además necesitada darme un descanso. Es bien sabido que quien sabe
trabajar bien, sabe descansar bien. Durante este tiempo he logrado superar
muchos obstáculos que habían venido dándose en mi vida. He logrado readecuar
varios sueños, y me he mantenido firme en muchas decisiones que he tomado.
Gracias a Dios he podido ir en un rumbo correcto. Durante este lapso de tiempo
he logrado meditar que cuando las cosas no marchan tan bien como quisiéramos
corremos el riesgo de caer en la creencia de que nuestras vidas son un conjunto
de ciclos donde hay subidas y bajadas, y donde podemos hacer poco o nada para
corregir ese destino. Creer eso, es resignarse a que nada será mejor a pesar de
los esfuerzos, porque se tiene la idea de una vida cíclica, inevitable. Otra
perspectiva, quizá haga que las cosas sucedan, y es la que considera que en
lugar de una repetición constante de acontecimientos, la existencia es lineal.
Donde el ser humano no es presa de los ciclos sino que es el dueño de su
futuro. Las líneas pueden ser ascendentes o descendentes. De ahí el concepto de
causalidad, o la ley de siembra y cosecha. Si se hace lo correcto, tarde o
temprano se tiene como recompensa algo bueno. De igual manera, si se hace algo
malo, siempre llegará la consecuencia del acto. La trascendencia no se mide por
los bienes materiales que se acumulan sino por las ideas y los aportes que se
hacen al género humano. De seguro muchos de nosotros somos y seguiremos siendo
anónimos. Nuestros nombres no saldrán en los noticieros ni en los periódicos
más importantes. Es muy probable que ni siquiera los líderes locales sepan
nuestros nombres, pero lo cierto del caso es que tenemos la posibilidad de ser
hombres y mujeres que trasciendan el anonimato, dejando en las personas que
conviven con nosotros una huella imborrable. Las palabras dichas a tiempo, los
gestos hechos en el momento oportuno y la generosidad sin publicidad son los caminos
más seguros para dejar un rastro positivo de nuestro paso por esta tierra.
Estos 60 días me han fortalecido. Hay mucho por hacer! Tantas cosas por decir y
escribir! Es tiempo de ir por todo!!!
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