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miércoles, 28 de octubre de 2015

Día 21: Apología de la Terquedad

Cuentan los historiadores que en 1521, cuando el monje agustino Martín Lutero fue citado a comparecer ante los delegados pontificios y el recién nombrado emperador Carlos V en la ciudad alemana de Worms para retractarse de los argumentos de sus 95 tesis,  no solo no se hizo para atrás en lo que había escrito sino que además hizo la siguiente declaración: “ a menos que se demuestre que he caído en error, ya sea por la razón o por la fe, no puedo ni debo retractarme, porque ningún hombre debe actuar en contra de su propia conciencia”. Esa convicción es difícil mantenerla. Sobre todo tomando en cuenta que estaba desafiando a las dos instituciones más poderosas de la época. Había cierta obstinación en Lutero que le dio fuerza para enfrentarse a su destino con tal determinación. / Muchos sitios en internet de frases célebres atribuyen la siguiente declaración a Thomas Alba Edison “No he fracasado. He encontrado mil formas de no hacer una bombilla”, en respuesta al hecho de que llevaba muchos intentos para desarrollar uno de sus inventos más famosos sin haber logrado todavía el éxito que tiempo después llegaría. / El físico inglés de origen punjabí, Simon Singh cuenta en su libro “El enigma de Fermat” cómo pasaron más de 400 años de estudios y experimentos de brillantes matemáticos y aficionados para resolver el problema planteado por Pierre de Fermat en el siglo XVII. Ese problema matemático fue solucionado hasta la década de 1990. En los años que pasaron desde que el francés esbozó el dilema, hubo muchos que al intentar dar con la respuesta hicieron grandes descubrimientos y aportaron soluciones incluso para ganar la segunda guerra mundial, y aunque la mayoría de ellos nunca conoció el resultado, usaron sus vidas para tratar de encontrarlo. / ¿Qué tenían en común Martín Lutero, Thomas Alba Edison y todos los matemáticos que gastaron sus vidas en buscar la solución al problema de Fermat? La respuesta es que no se hicieron para atrás en el objetivo que se habían planteado. Nadaban contra la corriente. Estaban dispuestos a todo por lograr lo que previamente habían visualizado… En la vida es importante tener uno o varios objetivos que  mantengan cargada la batería de la existencia. Una persona que no tiene claro hacia dónde quiere llegar, se mantiene inerte. Desperdicia su tiempo. Prueba miles de cosas y la mayoría de ellas no le satisfacen ni le funcionan porque no tiene una meta trazada. Visualizar lo que queremos nos permitió, como especie, llegar a la luna, conectar a millones de seres humanos por medio de unos bites, por mencionar solo algunos logros. .. A nivel personal también nos permite darle trascendencia a nuestras vidas. Nos da confianza. Ser genio y tener muy claro el camino que queremos recorrer nos hace ver como tercos, pero nos hace más felices porque construye en nosotros resilencia. Tener claro el objetivo nos da la fuerza para comenzar de nuevo todas las veces que sea necesario. En el libro “Buscando a Alaska”, John Green dice “Necesitamos no perder nunca la esperanza, porque nunca nos podemos romper de manera irreparable”. Y si fuera el caso y nuestros anhelos se convirtieran en añicos, la terquedad (o la convicción) nos obliga a recoger cada pedazo y empezar de nuevo. Ser testarudo, en ese sentido, es tener esperanza. Y un ser humano con esperanza, es imparable. Hoy, vamos con todo…

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