Hace años aprendí un axioma de vida: “siempre decir por
favor y gracias”. Adicionalmente, cuando yo era niño recuerdo que cuando
llegába a algún lugar donde había adultos era indispensable que yo fuera quien
saludara y que pidiera permiso para tomar las cosas que no eran mías. Incluso,
aprendí que cuando era invitado a una mesa, debía espera a que el anfitrión
comiera para que yo engullera el primer bocado. También recuerdo aquella tarde
(cuando tenía quizá unos 5 años) en la que mi tía Amparito me llevó a almorzar
a un restaurante en el Centro Histórico de Guatemala y me enseñó a usar los
cubiertos y las servilletas. // A mí siempre me han gustado las boinas, los
bonetes, las cachuchas y las gorras, y mi abuelita se encargó que aprendiera
que cuando uno entra a una iglesia (sea católica o protestante) debe quitarse
lo que uno le cubre la cabeza como señal de reverencia. // En muchas ocasiones,
mi madre me decía que aunque mi papá fuera alcohólico y no actuara como
ejemplo, siempre debía respetarlo. Eso no significaba que yo debía dejar que me
violentara, simplemente quería decir que no debía rebajarme a insultarlo y
menos a levantarle la mano. Era mejor alejarse.// Cuando camino por los
pasillos de mi iglesia, de la oficina o de la casa, si veo un papel tirado o
cualquier otra basura, lo recojo y lo deposito donde corresponde. Si estoy en
la calle y como algo, guardo la envoltura o la cáscara y lo pongo en el
basurero cuando encuentro uno. Jamás debo tirar nada en la calle.// Aprendí
también, que un hombre demuestra su valía no por hacer de menos a otros o por
golpear a una mujer, sino por lo considerado que puede ser con otros y lo
responsable que es para consigo, su familia y su trabajo. // Cuando a veces no
quería ir a estudiar y me hacía el enfermo, mi mamá me levantaba a la fuerza de
la cama y siempre me decía “un ánimo recto, hace una vida feliz”, y me enseñó
de esa manera que hay qué ser responsable y disciplinado y no sucumbir a la
pereza. // Había ocasiones en las que no teníamos qué comer (a mi madre le tocó
duro) pero cuando teníamos viandas en la mesa y alguna vecina del asentamiento
donde vivíamos pasaba las mismas penas que nosotros, mi mamá invitaba a comer,
y sin decirme nada, ella me enseñó que hay qué ser generosos.// Durante mucho
tiempo, vivimos en una casa de madera, láminas y piso de tierra. Mi abuelita
nos enseñó que ser pobre no era sinónimo de ser sucio, por lo que me hacía
barrer bien, a regar el piso y a bañarnos cuidadosamente.// Durante varios
años, mi mamá tuvo qué acarrear agua
porque no teníamos agua entubada. Ella se levantaba a las 4 de la mañana a
hacer cola para llenar las cubetas a un kilómetro de la casa y traer cargando
el líquido. Me hizo valorar lo maravilloso que es tener agua en el grifo… Hoy
he hecho mención de muchas cosas que me han formado y que varias personas (sean
maduras o jóvenes) lo ven como algo del pasado.
Puede ser que así sea. Es probable que ser cortés, amable y educado sea “retro”.
Sin embargo, es genial serlo. En las relaciones interpersonales, nunca pasa de
moda saludar, ser generoso, o respetar. Si parece extraño o fuera de época, es
momento de poner de moda otra vez esas “costumbres vintage”. Hoy, vamos con
todo…
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