Emprendiendo

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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Día 35: Un evento inesperado...

Esta mañana me levanté más tarde de lo normal porque tenía que realizar una diligencia cerca de mi casa, por lo tanto no tenía qué madrugar como suelo hacerlo. Mientras los rayos del sol matutino entraban por la persiana de mi ventana, comencé a hacer un recuento de este año. (Es imposible escapar a la tentación de hacerlo). Pensé mucho en mi equipo trabajo. Mis más cercanos colaboradores. Reflexioné que en estos días he sido muy exigente y duro con ellos. Incluso tenía la percepción de que algunos de ellos estaban a la defensiva. Me propuse llegar a la oficina e ir llamándolos a cada uno para inquirirlos sobre lo que les estaba molestando y para aclarar las cosas. He aprendido que para que nuestro departamento de Recursos Humanos avance, todos debemos poner de nuestra parte y la comunicación no debe perderse. En este momento estamos en un proyecto que tiene fecha límite el 12 de enero. Al llegar a la oficina, respondí algunos correos electrónicos y luego llamé al colaborador que más alejado había sentido (y a quien, además, había llamado la atención por haber llegado en jeans y no con el uniforme). Le pregunté si estaba molesto o si había algo que lo incomodara y su respuesta fue: necesito que hablemos abiertamente, pero también es indispensable que el resto de mis compañeros líderes de Recursos Humanos estén presentes. Lo dijo de una manera tan seria que me preocupó. Sin embargo, me gusta escuchar a mi equipo y accedí a su petición. Llamamos a los otros 6 miembros del equipo y uno a uno fueron entrando de manera muy poco usual (circunspectos). Entonces Amilcar, el que había pedido que estuviéramos todos presentes comienza a hablar, más o menos en los siguientes términos: “sabemos que a vos te toca soportarnos y soportar a muchos en esta empresa y no hay quién te motive, por lo que queremos darte un presente”, y sacó una bolsa de papel de un restaurante de comida rápida. Lo recibí (un poco contrariado dado que había acabado de desayunar). En ese momento, recibí una llamada que me molestó por varias razones pero al colgar, recibí la bolsa y al abrirla no había comida sino otra bolsa, esta vez una muy bonita con una moña de listón de tela. La marca en letras doradas de una joyería reconocida resaltaba en esta segunda bolsa. Abrí la moña, y dentro había un regalo delicadamente empacado en papel plateado y moña azul. Lo destapé y cuando lo abrí, había dentro una pluma y un portaminas de una marca que particularmente me gusta. Me sentí muy conmovido. Luego, otro de los miembros de mi equipo, con quien también he sido muy duro, tomó la palabra y dijo algo así “de todos los jefes que he tenido he aprendido algo, pero sin temor a equivocarme puedo decir que de vos he aprendido más y no solo para el trabajo sino para la vida”. El resto de mi equipo tenía una sonrisa desbordante. Comencé a agradecer, y no pude evitar que la voz se entrecortara. Con un gesto tan inesperado, de una manera tan diferente. Me hicieron sentir muy bien. Estoy seguro de algo. Un detalle como ese se agradece y queda marcado en las entrañas para siempre. Yo creía que había influido en ellos, pero con ese gesto, influyeron inevitablemente en mí. Ayer dije que era mi penúltima entrada, pero necesitaba contar esta maravillosa historia, antes de escribir el último post de este año. Hoy me hicieron sentir genial. El equipo del que me enorgullezco me conmovió. No solo me siento respaldado por ellos. Ahora me siento querido. De eso se trata la vida. De esos momentos que te marcan. Con más razón digo: hoy, vamos con todo!!!

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