En vista de que desde hace poco más de 15 años se ha vuelto
tradición que el almuerzo del 1 de enero sea un acontecimiento familiar donde
comemos pierna de cerdo, y donde llegan mis primos, sobrinos y cuñados, hoy
tuve qué pasar al supermercado a comprar algunos ingredientes para marinar la
carne y para la preparación de la salsa de vino y café que espero les guste a
los comensales. Mientras iba entre los
pasillos me encontré con unas cajas de pasas (de una marca muy conocida en ese
producto) y con solo ver el empaque evoqué mi infancia. En el paladar comencé a
sentir el sabor dulce de esos frutos secos. No me pude contener y compré un
paquetito con 6 cajitas –idénticas a las que comía cuando era niño-… Ya he
contado en otras entradas que cuando era pequeño no teníamos las comodidades ni
posibilidades que ahora tenemos (gracias a Dios). Y recuerdo muy bien que en
una época de fin de año (allá por 1982), mi tío Manolo –hermano de mi papá- nos
llevó varios regalos a mis hermanos y a mí. Sin embargo, de las dádivas yo
recuerdo 2 cosas que me impresionaron: 1. Una cajita roja con frutos secos que
cuando comencé a comerlas, supe que serían de mi gusto durante toda mi
existencia y 2. Un removedor para café hecho de plástico blanco, con una letra
M estilizada en la parte de arriba. Recuerdo que le pregunté a mi tío qué
significaba esa consonante y me explicó que era de un restaurante de comida
rápida, al que nunca había ido yo, dado que las posibilidades económicas no le
habrían permitido a mi madre pagar por un menú en ese lugar. Mientras escribo
esta penúltima entrada de 2015, estoy comiendo unas pasas, y me recuerdo de
esos años. Sin duda alguna lo que me ha tocado vivir ha sido espléndido. Evocar
esos tiempos es bonito, porque me hace recordar que no se necesitan cosas para
sentirse feliz y pleno. A pesar de las necesidades, la pasábamos bien y puedo
decir que éramos felices dentro de lo que mi madre pudo darnos. Este año me ha
dejado muchas cosas: he llorado mucho, dije un “adiós” que nunca hubiera
querido decir, bajé 42 libras de peso, estoy por correr por primera vez en mi
vida la Carrera de San Silvestre, estoy visualizando un año duro en 2016, pero
lleno de retos y posibilidades. Las pasas que estoy saboreando, me recuerdan
que lo dulce de la vida no está en el pasado, sino en el presente. Que recordar
es bonito, para no olvidar de dónde venimos, pero que lo más importante es
vivir plenamente el presente y tener la esperanza de que el futuro será
impresionante. Hoy… vamos con todo!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario