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miércoles, 21 de enero de 2015

Día 5. Secreto Número 2: No guardar Rencor (Segunda Parte)


Hace pocos días ví en Facebook un post en la que se citaba al profesor y teólogo estadounidense de origen holandés Lewis Smedes quien afirmó que “El perdonar es liberar un prisionero y descubrir que el prisionero eras vos”.  Esas palabras me han dado vueltas en la cabeza durante varios días y hoy particularmente fue muy atinado que las tuviera presentes. Tuve un problema muy complicado en el trabajo con un compañero. El asunto va a resultar en que tendré qué pagar casi mil dólares por un mal procedimiento en el que no levanté la mano a tiempo y del que él no quiso hacerse cargo y ahora me lo imputa. Una vez que sucedió todo me enojé mucho. Mi naturaleza humana hizo que pensara en varias formas de cobrármelas, pero recapacité. No soy así. En los últimos días he estado leyendo el libro de Proverbios de la Biblia, y justamente hoy en la mañana leí el capítulo 20 y el verso 22 que literalmente dice “nunca digas: <¡Me vengaré de ese daño!> Confía en el Señor, y Él actuará por ti”. Esa es parte de mi fe, y ya en varias ocasiones he mencionado que una vida sin una fe que sustente es difícil de llevar. El rencor, la ira y las ganas de venganza te hacen prisionero de una amargura que solo termina por afectarte emocional y físicamente. Cuando en tu corazón de verdad perdonás entonces te liberás de la amargura y como dijo Smedes, te das cuenta de la cárcel sin paredes en la que estabas.  Además, esperar la actuación de Dios no significa estar esperanzado en que le irá mal a quien te hizo daño, sino más bien saber que Él permitirá que salgás bien de los malos momentos y hará que tu presente y tu futuro sean mejores. Cuando logramos convencernos de que por muy duro que sea el golpe que nos den, hay más beneficio en perdonar y no guardar rencor, que en deprimirse y buscar venganza, damos pasos firmes y largos hacia la plenitud. Hay quienes dicen que perdonan pero no olvidan, pero eso no es perdonar de verdad. Las heridas cicatrizan. El desafío de hoy es buscar esas raíces de tristeza, enojo y amargura que hacen que tus días no sean extraordinarios y decidir perdonar, aunque quien te haya herido ya no esté presente o vivo. El primer paso tenés que darlo vos. Y ese será un salto a la felicidad. 

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