Hace varios años hubo una campaña
masiva en la que las iglesias de Guatemala incitaban a perdonar como parte de
un plan de rescate de los valores en la Sociedad. Esa situación no es nueva, ya
que durante muchas ocasiones ha habido corrientes que incitan a otorgar perdón
cuando las personas tenemos rencores o nos sentimos agredidas. Durante las
décadas de los 80´s y los 90´s uno de los discursos favoritos de los grupos que
salían a manifestar era “no olvidamos ni perdonamos” y esa declaración era un
reflejo del inmenso dolor que había dejado huella en los diferentes sectores
sociales, gracias a toda una época de violentas guerras civiles en Latinoamérica.
Pero el dolor no solo es colectivo, también se sufre muy profundamente en la
esfera personal, Charles Dickens ofrece en su libro “Grandes Esperanzas” el
retrato de una persona que no logra superar sus rencores y muere dándose cuenta
en los últimos segundos de su existencia de todo lo que había dejado de
disfrutar y del gran desperdicio que había significado no haber otorgado
perdón. Me refiero al personaje de Miss
Havisham, quien el día de su boda había sido plantada por el hombre que amaba y
a partir de ahí dejó que la amargura la consumiera y eso tuvo como consecuencia
que pudriera el alma de la joven Estella, a través de quien Miss Havisham se
venga del género masculino. Esta y muchas historias se encuentran en la
literatura, y en la vida real. Las familias y las relaciones humanas en general
tienen la particularidad de tener puntos álgidos en los que muchas veces se desgastan
las personas y sus sentimientos y se llegan a provocar heridas que persisten
por largo tiempo. Hay hijos cuyos padres o madres los abandonaron. Hay hermanos
que perdieron todo por culpa de sus parientes. Hay abuelos y padres que no
tuvieron honra de sus vástagos. Hay cónyuges y novios que por medio de
agresiones verbales o físicas perdieron el respeto y el amor que se tenían. Y
todo eso produce amargura. Produce rencor. El problema de vivir con ese
sentimiento es que la carga emocional pesa sobre el que sufrió el desplante, y
a los ojos de la lógica parecería que buscar venganza y no perdonar es lo
mejor, pero la carga pesa mucho e impide a las personas volar y crecer. Algunos
se preguntan por qué no logran ser completamente felices y plenos, y la
respuesta es que hay un peso de rencor en su pasado que no les permite despegar.
El perdonar permite tirar la carga que solo afecta al que siente rencor. Generalmente,
quien ofendió ni cuenta se da de la ofensa y quien tiene rencor se hace la vida
complicada por sí solo. El tema de perdonar da para mucho, y seguiré en la
siguiente entrada tratando el tema…
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