Durante los últimos 4 días he valorado muchas cosas simples
que damos por normales. Gracias a una terrible infección gastrointestinal que
me sacó del ring durante este tiempo perdí algunas libras de peso, me deshidraté considerablemente y me ausenté
del trabajo. Estuve literalmente en cama durante 4 días. Situaciones como comer una fruta fresca, saborear un buen filete
de pescado, dormir sin dolor abdominal, y disfrutar de una jornada rutinaria,
desaparecieron durante estas jornadas. ¿Cuál fue la causa? Un bicho que comí con alguna
comida contaminada. Adicionalmente, mi madre (siempre tan presente en los
mejores y los peores momentos) se dedicó a consentirme con las comidas suaves
que medio retenía. Algunos amigos que habían dejado de comunicarse lo hicieron nuevamente,
mostrando preocupación por mi estado de salud. Incluso una antigua amiga me hizo el favor de hablarle a su hijo para que el día que tuve que ir a la
emergencia del hospital me trajera de vuelta a casa. Otro amigo muy querido estuvo
al pendiente y me dio la receta de un “agua
mágica” que hacía su abuelita para estos casos. Realmente valoré que hubiera
tantas personas preguntando constantemente por mi estado de salud... Yo que soy un hombre cuyo tiempo está
meticulosamente medido, ahora pude estar viendo la parsimonia del paso del cada minuto. Mi
amigo Oscar me dijo algo ciertísimo: “Repose. Dios tiene muchas formas de
llamarnos a descansar. Mejor atiéndalo…” Y creo que, como siempre, tenía razón.
Hoy que es el cuarto día, ya me siento con más animo, trabajé desde casa,
pero noté cómo todo mi ser necesitaba ese descanso. Ayer que me levanté un poquito, retomé la
lectura de un libro que hacía meses había dejado “por falta de tiempo”. Estoy
seguro que al finalizar esta semana mi salud se habrá recuperado y, si Dios lo
permite, ya el lunes comenzaré con mi rutina diaria de trabajo largo, gimnasio
y comida de dieta. No quiero dejar el libro que retomé; debo terminarlo.
La lección aprendida de esta experiencia trasciende la salud física.
Primero: cuando se descansa hay qué hacerlo en serio, porque solo así se pueden
renovar las energías y ser más productivo. Segundo: las personas a las que
realmente les importás, estarán pendientes de vos en los momentos críticos y aunque
no hayas sido una buena persona en el trato, siempre se podrá contar con ellas,
y eso exige la responsabilidad de valorarlas, respetarlas y conservarlas.
Tercero: Lo más trivial puede convertirse en algo que se extraña, por lo tanto
no hay qué lamentarse por lo que no se tiene sino agradecer lo que se posee. Por
ejemplo, la sola capacidad de dormir profundamente es una bendición de la que
muchos adolecen. Cuarto: hay qué
enfocarse en ser responsable y cumplir con las obligaciones diarias, pero nunca
se debe descuidar la recreación. Estos 4 días fueron de enfermedad, sí. No
obstante, fueron una escuela maravillosa. Aprendí lecciones en la cama. A partir de ahora, ¡voy con todo!
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