Cada vez que escribo sobre una hoja de papel recuerdo cómo
fue que aprendí a dibujar las vocales. En aquellos tiempos lejanos de mi
infancia, iba en las mañanas al colegio y se abrían nuevos horizontes delante
de mí. En las tardes, tenía qué hacer las planas e intentar hacer los trazos
redondeados que ponía de muestra mi maestra. En los primeros cuadernos hacía
puntitos, líneas verticales y horizontales, óvalos y después de varias semanas
finalmente las esperadas vocales en letra de molde. No era diestro para sujetar
el lápiz, pero entonces, sucedía el milagro. Cada tarde, había una mano más
morena, gordita y tibia que sujetaba mi mano, me colocaba correctamente el
lápiz y comenzaba a guiarme sobre cómo hacer las letras. Era algo de todas las
tardes. Ella, mi madre, a pesar del cansancio que representaba la jornada que
comenzaba desde la madrugada, levantándose a acarrear agua (porque no teníamos
agua potable en casa), a lavar ropa con sus propias manos y a preparar los desayunos
de sus hijos y la merienda para mí. Luego de dejarme en el colegio se iba a
vender comida para sostener la casa y regresaba corriendo para cuando yo volvía
de estudiar. Tenía suficiente tiempo para dedicármelo y guiar mi mano para
escribir. La primera vez que uní un círculo y una línea vertical estaba
emocionado porque finalmente había escrito por mí mismo la letra “a”. Ella
celebraba cada avance. Esa mano aún está presente cuando no uso el computador
sino que escribo sobre una hoja de papel. Si ella no me hubiera dedicado tiempo
y no hubiera guiado mi mano, quizá nunca habría entendido el significado de la
primera oración que escribí “mi mamá me ama”. Hoy, treinta y siete años después
mantiene un significado recurrente, y la complemento con otra de las oraciones
que escribía por aquel tiempo “yo amo a mi mamá”. En Guatemala, se celebra el
día de las madres cada 10 de mayo. Y hoy no podía dejar de escribir sobre esa
mujer maravillosa que me enseñó a hacer mis primeros trazos. Ella, mi madre, no
solo me hizo el favor de guardarme en su vientre por nueve meses, también me
abrió un mundo maravilloso cuando tomó mi mano, y amorosamente me enseñó a
dibujar sonidos…
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