Eran más o menos las 7 de la noche cuando cerramos los
computadores portátiles y comenzamos a charlar un poco de la vida personal con
una compañera de trabajo. La jornada de hoy fue muy larga y pesada (casi 12
horas). Dentro de la conversación, ella me comentó que ha habido ocasiones en
las que ha sentido la presión que representa ser una madre soltera que ha
tenido que sacar adelanta a sus dos hijos. Me mencionó que ha sido complicado
en muchas ocasiones. Yo le conté que he tenido situaciones similares y que a
veces las cosas están tan mal que no veo salida. Sin embargo, he descubierto
que me basta con hacer una llamada telefónica para encontrar tranquilidad. Le
conté que cuando estoy en situaciones difíciles, marcó el número de mi madre y
que solo con escuchar su voz me tranquilizo. Siento que todo está bien. Ella no
sabe que su voz tiene ese efecto en mí, pero es (como escribió Mario Benedetti)
“mi conjuro contra la mala jornada”. Cuando yo era niño –de unos 6 o 7 años
quizá- en las tardes solía colocarme sobre el abdomen de mi madre y colocaba mi
oído sobre su corazón. Ese palpitar me arrulló tantas veces. Creo que el efecto
que su voz tiene en mí ahora que soy un hombre de casi 42 años es el resultado
de haberla escuchado cuando me hablaba mientras mi ser se iba formando en su
vientre y de esas tardes en las que su corazón me cantaba tranquilidad… No pude
evitar sentir nostalgia, cuando le comenté esto a mi compañera de trabajo.
Haber caído en la cuenta de lo importante que mi madre es y lo positiva que es
su influencia en mis momentos difíciles me hizo ver lo afortunado que soy al
tenerla aún conmigo. Casualmente, hoy ella publicó en su muro de Facebook una foto de sus 3 primeros hijos cuando yo tenía
6 años, mi hermano 2 y, una de mis hermanas, 3. Al salir de la oficina, tomé el
teléfono y marqué su número. Le hice unas bromas sobre la foto y me contó que
la tarde había sido de recuerdos porque con mi tía estuvieron viendo muchas
fotos de nosotros. Y me dijo “en ese tiempo yo era muy pobre pero era feliz
porque pasaba mucho tiempo con ustedes, hoy ustedes me dan dinero pero casi no
compartimos”. Esa declaración de mi madre me hizo pensar que he cometido el
error de no darle tiempo. No se cuántos años más tendré la fortuna de contar
con ella. Solo sé que quiero que ella sepa cuánto la amo y lo importante que es
para mí. Pero no quiero decirlo, quiero demostrarlo. Ella me llevó en su
vientre, me formó, ha sido ejemplo, se arrullaba en aquellas tardes, jugaba
conmigo, me tomaba de la mano para enseñarme a escribir las primeras letras, me
da tranquilidad con solo hablar al teléfono. Lo menos que puedo hacer es
demostrarle lo importante que es para mí… Estoy ya en casa… abro el
computador. Escribo estas líneas… Hoy no hay consejos ni análisis…. En esta
noche solo hay un hombre que se siente agradecido e inmensamente afortunado por
la Lucy (mi madre)… Hoy ya escuché su voz... me siento tranquilo…
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